Cine Gay. Películas gays

Crítica de Las aventuras de Priscilla, 1993

Imagen de Priscilla
Imagen de Priscilla

Hay pocas películas más estrambóticas y divertidas que Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, en la que tres artistas de cabaret (dos gays y un trans)recorren el amplio desierto australiano para hacer una actuación de drag queens. Pero el espectáculo también tiene lugar por el camino, y, como es habitual en las road movies, el destino es lo de menos.

Crítica de Las aventuras de Priscilla

Felicia, Mitzi y Bernardette son tres personajes muy peculiares que nos asustan, extrañan y divierten a partes iguales. Pero, al final del inolvidable viaje que supone ver esta película, se han ganado nuestro cariño. Felicia es la locaza del grupo, la diversión constante que todos necesitamos tener presente para animarnos incluso cuando todo parece perdido, pero guarda más de una sorpresa en la manga del vestido. Mitzi aporta la imprescindible sensatez y está a punto de dar un giro a su vida. Y Bernardette es toda una mujer algo malhumorada pero con un gran corazón que intenta que no se le pase el arroz demasiado tarde.


Aunque más sorprendentes aun son los actores que los interpretan. Hugo Weaving, Guy Pearce y Terence Stamp no son precisamente conocidos por su feminidad, pero encarnan al trío a la perfección y se ganan al público. Además, ¿qué mejor forma de luchar contra la homofobia que convertir a tres actores míticos en reinas del drag? Y con toda la naturalidad del mundo.

Las aventuras de Priscilla

De hecho, aunque el excesivo rimen de los protagonistas aparente lo contrario, si algo es esta película es natural. La Australia profunda no es precisamente una sociedad liberal, pero nada ni nadie impide a estas reinas de la fiesta pasearse con coloridos vestidos creados a partir de todo lo existente, desde sombreros de cabeza de pájaro hasta un traje confeccionado con sandalias. Sin duda, el Oscar a mejor vestuario más merecido de la historia.

Y es que los trajes y vestidos son parte clave de la trama. Bueno, eso y los números musicales a los que acompañan, en los que las tres drag queens realizan su maravillosamente ridículo espectáculo. No hay mejor forma que ésta de gritar que la homofobia no es bienvenida, y que cada uno va a vivir su vida como le plazca. Porque este mundo es cada vez más libre gracias a aquellos que encuentran su autobús pintarrajeado con un insulto homófobo y deciden pintarlo del rosa más estridente para seguir camino. (J.R.)

Felix Redondo