El cuarto de Leo es una de esas películas hechas con dulzura que, sin ser obras maestras, nos regalan un rato agradable. Se trata de la primera película uruguaya en tratar el tema de la homosexualidad, o al menos de la primera que se distribuye abiertamente. No obstante, Uruguay acaba de convertirse en el decimocuarto país en aprobar el matrimonio igualitario, así que es posible que esto de lugar a más películas sobre el tema.
De todos modos, El cuarto de Leo siempre será especial por el cariño con que está realizada e interpretada. Martín Rodríguez es el tierno Leo, un joven homosexual reprimido que trata de encontrar solución a su crisis interior en el Uruguay moderno. En su camino encuentra a una chica muy deprimida, a un psicólogo que no siempre sabe lo que decirle, a una madre comprensiva y a un joven que le insta a apostar por el amor.
Leo no encuentra grandes problemas a su paso. Ser homosexual hoy en día es muy distinto de lo que suponía serlo hace solo unos años. Pero aún así él siente que no puede ser libre, que no puede disfrutar de una vida normal. Y simplemente se pregunta: “¿Por qué? ¿Por qué yo?”. No es consciente de que solo necesita aceptarse a sí mismo para poder hacer frente a los problemas que de verdad importan.
Es precisamente el personaje de Caro el que enseña a Leo a ver la vida con otros ojos. Ella vive torturada por un oscuro acontecimiento del pasado que marcó su vida para siempre; algo por lo que no consigue perdonarse..., algo que siempre deberá cargar consigo. Es normal ser homosexual y creer que eso es lo peor que puede pasar, que cualquier otro problema carece de importancia comparado con ése. Pero, desgraciadamente, no es así.
La película es cálida y entretenida, sobre todo gracias a la dulce banda sonora de canciones (a destacar la bellísima “Hummingbird”, de Cocoon) y al empático protagonista, pero cuenta con un guión que requiere revisión y un ritmo demasiado lento que puede perder a más de uno. Aun así el resultado es entretenido y muestra un mensaje esperanzador: seguimos vivos, disfrutemos de ello como sea.
Crítica de Juan Roures