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Crítica de La ley del deseo, 1987

La ley del deseo, 1987

Desde la primera escena de La ley del deseo supe que me encontraba ante un film que ignoraría todos los tabús posibles. Un hombre recibe instrucciones de una voz en off que le exige que se desnude, se tumbe en la cama, se acaricie y se masturbe. Teóricamente no vemos gran cosa, pero en realidad lo vemos y sentimos todo; en nuestras propias carnes. La atmósfera erótica da comienzo. La ley del deseo nos atrapa.

Sólo Pedro Almodóvar podría habernos regalado una película tan transgresora y explícita en plenos años 80.Pablo (Eusebio Poncela) malvive enamorado de Juan (Miguel Molina), quien le respeta y aprecia pero nunca podrá amarle; sencillamente no puede. Y así conoce Pablo a Antonio (Antonio Banderas), quien se obsesiona con él hasta límites insospechados. Pero Pablo es inevitablemente fiel a Juan, y eso lleva la situación de celos al límite de la perturbación.


La ley del deseo, 1987

Imprescindible también el personaje de Tina (la gran Carmen Maura en uno de sus mejores papeles), la hermana trans de Pablo. Ambos comparten el secreto de porqué ella decidió hacerse trans, en una historia de pasión, obsesión y fantasmas pasados al más puro estilo Almodóvar. Ella protagoniza además la escena más mítica de la película. Al estilo de Anita Ekberg en La dolce vita (Federico Fellini, 1960), Tina, embotada en un potente vestido rojo pasional, pide a jadeos ser regada por una manguera para poner fin a su asfixia de calor. Un inolvidable y maravilloso sinsentido.

La ley del deseo es pionera en mostrar una relación entre dos hombres sin censura. Almodóvar logra reflejar la penetración transgresoramente sin llegar a mostrar demasiado ni regodearse en ello. La habitual estruondosidad del director manchego da paso a la naturalidad para tratar un tema que aún hoy impacta a los espectadores.

Admito que esta película me descolocó. No esperaba encontrar escenas tan explícitas ni declaraciones tan impactantes, especialmente considerando que es dieciocho años anterior a que Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) causara polémica. Supongo que el mundo ya ha aceptado a Almodóvar como un genio de la transgresión y evita dar importancia a sus temáticas. De todos modos, ese mismo año nacieron los premios Goya y este brillante film no fue ni mencionado. El riesgo se paga a un alto precio.

Pero hoy recordamos a La ley del deseo como el mensaje del director más aclamado de nuestro país a favor de la tolerancia. A simple vista, los personajes de Pedro Almodóvar parecen demasiado estrambóticas y obsesivos como para transmitir una idea positiva del mundo LGTB. Pero lo cierto es que Almodóvar no busca crear personajes “normales”, sino hablar de la diversidad de personajes de la vida, que pueden explotarse por el cine como cualquier otro elemento, sin necesidad de discursos que normalicen lo que es normal por derecho propio.

Crítica de Juan Roures

Felix Redondo